viernes, 25 de noviembre de 2022

PROPORCIONE A SUS HIJOS LA DEBIDA CORRECCIÓN


Por Thomas Case [1] (1653)

Extracto “The Rod and the Word, A Treatise on Afflictions”

Tomado y traducido por Iglesia Bautista Reformada de Suba©

 

La vara

Este es el consejo del Espíritu Santo: «Castiga a tu hijo en tanto que hay esperanza; Mas no se apresure tu alma para destruirlo» (Prov.19:18). He aquí que Dios os aconseja a ustedes que nos padres, que hagan con sus hijos lo mismo que Él hace con los suyos: que utilicen sabiamente la disciplina de la vara, antes de que las disposiciones viciadas de sus hijos se conviertan en hábitos, y la necedad esté tan profundamente arraigada que la vara de la corrección no la pueda expulsar.

 

“El error y la necedad”, dice uno muy bien, “son las cuerdas de Satanás con las que ata a los pecadores a la hoguera para ser quemados en el infierno”. Estas cuerdas son más fáciles de cortar si se hace a tiempo. Si lastimas al niño al cortar esas ataduras, que eso no te cohíba; pues así se deduce: «Castiga a tu hijo en tanto que hay esperanza; Mas no se apresure tu alma para destruirlo» (Prov.19:18). No solo es una tontería, sino una cruel piedad, renunciar a la corrección por unas cuantas lágrimas infantiles; hacer que tu hijo se lamente en el infierno por el pecado, evitándole derramar unas cuantas lágrimas por evitarlo. Los padres y madres necios llaman a esto amor, pero el Padre de los Espíritus lo llama odio: «El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; Mas el que lo ama, desde temprano lo corrige» (Prov.13:24). Seguramente no hay nada tan mal perdonado, como aquello por lo cual el niño podría ser mejor si se corrige. Tal misericordia es odio; y si usted odia a sus hijos al no corregirlos hoy, ellos pueden llegar a odiarlo al final por no corregirlos.

 

Pero esto no es todo. La indulgencia de los padres al disciplinar, da paso a la severidad de Dios. Tenerle piedad a la carne del niño es crueldad para su alma […] La indulgencia insensata de los padres puede ser la muerte del niño, y a menudo es su muerte eterna. Los padres así perdonan a sus hijos en su insensatez, hasta su destrucción tanto del cuerpo como del alma.

 

Y esto puede ayudarnos a explicar ese otro texto paralelo: «No rehúses corregir al muchacho; Porque si lo castigas con vara, no morirá» (Prov.23:13). El significado puede entenderse como que la corrección no lo matará; la vara no romperá los huesos. Esto reprende la tonta y pecaminosa blandura de los padres, que piensan que, si corrigieran a sus hijos, éstos morirían de inmediato por ello. Tienen tanto miedo de usar la vara como si esta fuera una espada. Pero el Espíritu Santo dice: ¡No, no temáis la corrección, porque he aquí que los golpes de la vara no son golpes de muerte! Es una vara, no una serpiente, puede herir, pero no aguijoneará con veneno. Para calmar el temor de los padres en este caso, Dios mismo da su palabra al respecto: «No morirá».

 

Pero el significado que más bien concibo de este texto puede ser el extraído del fruto de la corrección: «No rehúses corregir al muchacho». ¿Por qué? Porque, en otras palabras, la disciplina puede ser, y es a menudo (a través de la bendición divina que la acompaña) un medio para prevenir la muerte. Puede prevenir la primera y segunda muerte, a la que el niño está expuesto por la indulgencia pecaminosa de los padres.

 

Alguien dice que la palabra empleada en este lugar parece señalar una inmortalidad; de modo que «no morirá», es como si el Espíritu Santo hubiera dicho: “Vivirá para siempre”, la vara en la carne será un medio para salvar el alma en el día del Señor Jesús. «Mas siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo». (1 Corintios 11:32). Como dice David en otro lugar: «Que el justo me castigue, será un favor, y que me reprenda será un excelente bálsamo que no me herirá la cabeza» (Sal.141:5). Y tales reprimendas están tan lejos de quebrar la cabeza, que serán un excelente aceite que curará y dará vida. Incluso el filósofo podría decir: “La corrección es una especie de medicina para los niños”.

 

¡Ay!, nuestros niños están enfermos, y esa misericordia que les permitirá morir -aun eternamente- antes que curar sus paladares con un poco de medicina amarga, es cruel. Son monstruos en forma de padres y madres, aquellos que abrazan así a sus pequeños hasta la muerte. Son infanticidas en lugar de padres; de los cuales podemos decir, como una vez dijo el emperador romano de Herodes, cuando se enteró de que había asesinado a su propio hijo entre el resto de los infantes en Belén, para poder estar seguro de destruir al Rey de los Judíos: “¡Seguramente es mejor ser los cerdos de esa gente, que sus hijos!”. ¡Oh, odiosa indulgencia y despiadada piedad: condenar a un niño por falta de corrección! Tales padres arrojan a la vez la vara y el hijo al fuego. Arrojan la vara al fuego de la chimenea, y al niño al fuego del infierno. Esto no se hace como Dios, «Porque el Señor al que ama, disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo» (Hb.12:6), y así lo hace todo padre sabio y amoroso. «El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; mas el que lo ama, desde temprano lo corrige» (Prov.13:24).

 

Como las polillas se sacan del vestido con una vara, así deben sacarse los vicios del corazón de los niños. Por falta de este amor disciplinario, ¡cómo algunos hijos han acusado a sus padres en su lecho de muerte, sí no es que en la misma horca! Y cuántos maldicen y maldecirán a sus padres en el infierno, como supone Cipriano que hacen algunos: “¡El malvado cariño de nuestros padres nos ha llevado a estos tormentos! ¡Nuestros padres y madres han sido nuestros asesinos! ¡Aquellos que nos dieron nuestra vida natural, nos han privado de la vida eterna! Los que no querían corregirnos con azotes, ahora nos han arrojado a ser atormentados con escorpiones”.

 

Sí, incluso en esta vida, cuántos padres piadosos y sabios tuvieron ese cariño indulgente por sus hijos y no los entristecieron por su locura. Elí y David no quisieron ni siquiera reprender a sus hijos, y Dios les dio reprimendas en sus hijos. Se le dijo a Elí: «Y le mostraré que yo juzgaré su casa para siempre, por la iniquidad que él sabe; porque sus hijos han blasfemado a Dios, y él no los ha estorbado» (1 Sam.3:13). El hebreo dice: “No les frunció el ceño”. ¡Qué triste es destruir un alma, por falta de un ceño fruncido!

 

Mucho me temo que esta indulgencia anticristiana y malvada de los padres, es la fuente de toda la confusión bajo la cual nuestro país [2] en este momento se tambalea, y se tambalea como un borracho. Y por este mismo pecado (al menos por este entre otros, y por este por encima de otros) Dios está visitando a todas las familias del país, desde el trono hasta la más pobre cabaña. Tales padres indulgentes han puesto los cimientos de sus propias penas, de la ruina de sus hijos, y la destrucción de la nación, al negar la disciplina adecuada a ellos.

 

Por esa causa, Dios nos atraviesa en nuestros justos deseos; hemos caminado, incluso en este punto, excesivamente en contra de Dios y de su disciplina; y por eso Dios está caminando en contra de nosotros, y nos está castigando siete veces más por esta iniquidad. Por lo que, ojalá, los padres se despierten para seguir tanto el modelo como el precepto de su Padre celestial, quien, así como “Corrige a los que ama”, les ordena corregir amorosamente a sus hijos. «No rehúses corregir al muchacho; porque si lo castigas con vara, no morirá» (Prov.23:13).

 

Además, vale la pena observar que la misma palabra en el original, que se traduce como ‘rehusar’, significa también ‘prohibir’; señalando otra destemplanza en los padres, que así como ellos mismos no corrigen a sus hijos, también prohíben que otros, bajo cuya tutela los ponen, los corrijan. Es como si temieran que sus hijos no tuvieran suficiente pecado aquí, ni suficiente infierno en el futuro, y que pusieran reparos a los medios que Dios ha santificado para su corrección. Padres, tengan cuidado de que, cuando encomienden sus hijos a las manos de otros, no se las sujeten mientras tanto. Si ustedes los juzgan imprudentes ¿por qué los eligen para que cuiden a sus hijos? Si los eligen, ¿por qué no confían en ellos? Pues bien, si la corrección está en tu mano, no la retengas; si está en la mano de tu amigo, no la prohíbas.

 

Ciertamente hay tanta necesidad de este deber, que el Espíritu de Dios lo inculca con frecuencia a lo largo de los Proverbios.

 

La Instrucción

Si quieres que tus hijos sean bendecidos, añade la instrucción a la corrección. Imita a Dios también en esta parte de la disciplina paterna. Que el castigo y la instrucción vayan juntos; es lo que el Espíritu Santo le insta a hacer: «Criadlos en la disciplina y amonestación del Señor» (Ef.6:4).

 

Hay dos palabras relacionadas con estos dos deberes de los padres; en la crianza y amonestación se añade, “del Señor”. Es decir, el primer deber, del que ya nos hemos ocupado, y lo que el Señor ordena a los padres terrenales que ejerzan hacia sus hijos es el castigo. Y luego hay otra palabra, que indica el fin y el propósito de la corrección de los padres, que es la “amonestación” o instrucción del Señor, consejos e instrucciones tomados de la Palabra de Dios, o que son aprobados por Dios. El resumen es que, mientras castigamos la carne, debemos esforzarnos por informar y formar la mente y el espíritu, infundiendo principios correctos, presionando e instando sobre sus tiernos corazones el consejo, la reprensión y la instrucción según lo requiera el asunto.

 

Este es el deber de los padres, imitar a Dios, dejar que la instrucción explique la corrección; y con una vara en la mano, y una palabra en la boca, puedan educar a sus hijos para la vida eterna.

 

Una vara silenciosa no es más que una disciplina bruta, y ciertamente dejará a los hijos más insensatos de lo que los encontró. El castigo sin enseñanza puede quebrar los huesos antes que el corazón. El castigo solo puede mortificar la carne, pero no la corrupción. El castigo solo puede controlar la naturaleza, pero nunca engendrar la gracia. Pero la vara y la corrección dan sabiduría. Así como la instrucción sumada a la corrección hace excelentes cristianos, también hace buenos hijos.

 

Hay padres que son bastante severos y malhumorados con sus hijos; no escatiman en golpes. En lugar de quebrantar su voluntad mediante una corrección sabia y moderada, están dispuestos en sus airadas pasiones a romperles los huesos, y a veces también el cuello. Pero no les importa la otra rama de la disciplina paterna: la instrucción y la amonestación.

 

Supongo que el apóstol habla de tales padres: «Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos? Y aquéllos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad» (Hb.12:9-10). No está hablando de todos los padres, pero lo que quiere decir es que hay tales hombres y mujeres en el mundo que no se parecen en nada a Dios, y que al castigar a sus hijos se complacen más a sí mismos que a sus hijos. Dios disciplina para nuestro beneficio, pero ellos disciplinan para dar rienda suelta a su pasión y satisfacer su rabia y furia vengativas. ¿Y cuándo es eso? En verdad, cuando la vara y la reprensión no van juntas, es una prueba de que en tales castigos hay más pasión que sabiduría, y más crueldad que amor. Tales padres prefieren traicionarse con su propia insensatez, antes que tomar el camino para hacer sabios a sus hijos.

 

«La vara y la corrección dan sabiduría» (Prov.29:15). Ninguna de las dos cosas por sí sola lo hará. La vara sin la reprensión, endurecerá el corazón y enseñará a los hijos a odiar a sus padres antes que a odiar el pecado. Mientras que la reprensión sin la vara, a menudo no dejará ninguna impresión. Solo la verdad divina debe ser el instrumento que obre la gracia salvadora en el corazón: «Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad» (Jn.17:17). Es un gran elogio a la madre de Timoteo, que desde su niñez le haya instruido en las Escrituras: «las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús» (2 Ti.3:15). Cuando la instrucción de la Palabra está en la boca de la vara, trae consigo sabiduría y vida.

 

¡Que los padres imitaran al Padre de los Espíritus en esta bendita área de la disciplina paterna, uniendo la palabra de instrucción a la vara de la corrección, y enseñando al mismo tiempo que castigando!: «que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina» (2 Ti.4:2). ¡Oh, que todo niño tenga motivos para dar a sus padres ese elogio que Agustín le dio una vez a su madre!: “Mi madre trabajó para mi salvación eterna con más ternura y dolor que como trabajó para mi primer nacimiento”. Ojalá que los padres naturales pudieran hablar del fruto de sus lomos, como Pablo habla de sus gálatas: «Hijitos míos, por los cuales vuelvo a sufrir dolores de parto hasta que Cristo sea formado en vosotros» (Gá.4:19); para que se regocijaran más en el segundo nacimiento de sus hijos que en el primero.

 

Amados, esto se hace mediante la Palabra y la vara. «Corrige a tu hijo, y te dará descanso, y dará alegría a tu alma» (Prov.29:17). Qué mayor deleite que ver a nuestros hijos caminando en la verdad, y llegar a pensar así: que cuantos hijos Dios nos ha dado, todos los hemos criado para Dios, los mismos herederos que hemos dejado para el reino de los cielos. Pues bien, castíguenlos y enséñenles la Palabra de Dios, y sus hijos serán bendecidos.

 

Toma una pequeña precaución más, y es:

 

La oración

Añade la oración a la instrucción. Así como la enseñanza debe acompañar al castigo, la oración debe acompañar a la enseñanza. Pablo puede plantar, y Apolos puede regar, pero Dios es quien debe dar el crecimiento (1 Co.3:6). De la misma manera con nosotros, el padre puede corregir, la madre puede instruir, ambos pueden hacer ambas cosas, pero Dios debe dar la bendición. Por lo tanto, los padres cristianos, mientras añaden la instrucción a la corrección, deben añadir la oración a la instrucción. Los medios son nuestros, el éxito es de Dios. Por lo tanto, pongamos la vara en la mano de la instrucción, y la instrucción en la mano de la oración, y todo en la mano de Dios.

 

Oren y enseñen a sus hijos a orar, para que Dios bendiga la corrección y la instrucción, para que ambas los hagan a ustedes y a sus hijos bendecidos. Amén.

 

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[1] Thomas Case (1598-1682) fue un ministro inglés de creencias presbiterianas, miembro de la Asamblea de Westminster. Participó en la conferencia de Saboya de 1661, pero fue expulsado por su no conformidad en el momento de la Ley de Uniformidad de 1662.

 

[2] Lit. Inglaterra

jueves, 17 de noviembre de 2022

LA MATERNIDAD CRISTIANA


Por J. R. Miller (1886)

Tomado y Traducido por Iglesia Bautista Reformada de Suba©

 

«Después subió el varón Elcana con toda su familia, para ofrecer a Jehová el sacrificio acostumbrado y su voto. Pero Ana no subió, sino dijo a su marido: Yo no subiré hasta que el niño sea destetado, para que lo lleve y sea presentado delante de Jehová, y se quede allá para siempre. Y Elcana su marido le respondió: Haz lo que bien te parezca; quédate hasta que lo destetes; solamente que cumpla Jehová su palabra. Y se quedó la mujer, y crió a su hijo hasta que lo destetó» (1 Sam.1:21-23).

 

Tenemos ante nosotros la imagen de una madre de los tiempos antiguos. La historia de Ana está revestida de un interés poco común. Este es uno de esos relatos cuyo encanto es su sencillez sin adornos. Aunque vivió hace tanto tiempo, cuando el mundo era más joven, esta madre sigue siendo, en el espíritu radiante de su vida, en la claridad de su fe, en la devoción de su maternidad, un modelo para las madres cristianas de estos tiempos más recientes.

 

Hay cosas que envejecen y pasan de moda, pero la maternidad no. Es siempre la misma en sus deberes, sus responsabilidades, sus privilegios sagrados y sus posibilidades de influencia. Este viejo cuadro es nuevo y fresco, por lo tanto, útil en cada época, para cada madre de verdadero corazón que lo mira.

 

Por un lado, Ana, como madre, era entusiasta.

 

No era una de esas mujeres que piensan que los niños son un estorbo indeseable. No se consideraba a sí misma, en sus primeros años de casada, especialmente afortunada por estar libre de los cuidados y responsabilidades de la maternidad. Creía que los hijos eran una bendición del Señor, que la maternidad era el más alto honor posible para una mujer; y pidió a Dios, con reverencia y mucho empeño, el privilegio de estrechar a un niño en su seno y llamarlo suyo. En estos días, cuando los niños no siempre son considerados como bendiciones del Señor, ni siquiera siempre son bienvenidos, no debemos pasar por alto este trazo de esta antigua pintura.

 

Por otra parte, cuando llegó el hijo de Ana, ella consideró que era parte de su piadoso deber alimentarlo y cuidarlo.

 

Por lo tanto, en lugar de ir a Silo para asistir a todas las grandes fiestas religiosas, como había hecho antes, se quedó en casa durante algún tiempo, para dar atención personal al pequeño que Dios le había dado, y que era todavía demasiado joven para ser llevado con seguridad y comodidad en viajes tan largos. Sin duda, ella suponía que estaba adorando a Dios tan aceptablemente al hacer esto, como si hubiera ido a todas las grandes reuniones religiosas. ¿Y quién puede decir que no tenía razón?

 

Las primeras obligaciones de una madre son para con sus hijos; no puede tener deberes más santos y sagrados que los que se refieren a ellos.

 

Ninguna cantidad de servicio religioso público compensará el descuido de estos. Puede correr a las reuniones sociales y misioneras, y abundar en toda clase de actividades caritativas, y puede hacer mucho bien entre los pobres, llevando bendiciones a muchos otros hogares, y siendo una bendición para los hijos de otras personas, a través de la escuela dominical o la escuela misionera; pero si mientras tanto deja de cuidar a sus propios hijos, difícilmente puede ser elogiada como una madre cristiana fiel. Ha pasado por alto sus primeros y más sagrados deberes, mientras da su mano y su corazón a los que no son más que secundarios para ella.

 

El camino de Ana era evidentemente el verdadero. Más vale extrañar a una madre en la iglesia […] que en su propia casa [1]. Algunas cosas deben ser excluidas de toda vida seria, pero lo último que debe ser eliminado de la vida de una madre debe ser el cuidado fiel y amoroso de sus hijos. El predicador puede instar a que todos hagan algo en la obra general de la iglesia, y puede pedir maestros para la escuela dominical; pero la madre misma debe decidir si el Maestro quiere que ella se ocupe de alguna obra religiosa fuera de su propio hogar. Para la obra allí, ella es ciertamente responsable; para la que está fuera, ella no es responsable hasta que su responsabilidad hacia sus hijos esté bien hecha, y ella tenga tiempo y fuerza para nuevos deberes.

 

Otra cosa sobre Ana era que cuidaba a su propio bebé.

 

Ella misma se encargaba de la lactancia. No contrataba a ningún tipo de “niñera” y luego confiaba a su tierno hijo a su cuidado, para poder tener “libertad” para fiestas y visitas y óperas, y deberes sociales y religiosos. Era lo suficientemente anticuada como para preferir amamantar a su propio hijo. No parece haber sentido ninguna gran privación personal por el hecho de mantenerse bastante cerca de su casa durante uno o dos años por ese motivo. Incluso parece haber pensado que era un gran honor y un distinguido privilegio ser madre y hacer con sus propias manos los deberes de una madre. Y cuando pensamos en lo que este niño que ella amamantó llegó a ser en años posteriores, cuál fue el resultado de todos sus dolores, abnegaciones y esfuerzos, ciertamente parece que Ana tenía razón.

 

No es probable que alguna vez se arrepintiera de haberse perdido algunas fiestas y otros privilegios sociales —para poder amamantar y cuidar a Samuel en su tierna infancia— cuando vio a su hijo en la plenitud y el esplendor de su poder y utilidad. Si algo, aunque sea la mitad de bueno, resulta de la maternidad fiel, hay ciertamente pocas ocupaciones abiertas a las mujeres, incluso en estos días “avanzados” del siglo XIX, que produzcan resultados tan satisfactorios al final como la sabia y verdadera crianza de los hijos. Muchas mujeres suspiran por ser distinguidas en las profesiones, o como autoras, o artistas, o cantantes; pero, después de todo, ¿hay alguna distinción tan noble, tan honorable, tan digna y tan duradera como la que gana una verdadera madre cuando ha criado a un hijo que ocupa su lugar en las filas de los hombres piadosos?

 

¿Podría María, la madre de Jesús, en cualquier siglo, haber encontrado alguna misión más grande que la de amamantar y cuidar al santo Niño que fue puesto en sus brazos? O, si ese ejemplo es demasiado elevado, ¿podrían las madres de Moisés, de Samuel, de Agustín, de Washington, haber hecho más por el mundo, si se hubieran dedicado al arte, o a la poesía, o a la música, o a cualquier tipo de “profesión”?

 

Quizás Ana tenía razón; y, si es así, la maternidad antigua es mejor que la nueva, y la propia madre es la mejor enfermera de su hijo.

 

Una mujer contratada puede ser muy hábil; pero seguramente no puede ser la mejor para moldear el alma del niño, y despertar y sacar sus facultades y afectos latentes. La madre puede, al emplear tal sustituto, quedar libre para seguir el mundo de la moda, de la cena y el vestido, de la diversión y los compromisos sociales; pero mientras tanto, ¿qué se hace de esa pequeña vida tierna e inmortal en el hogar, esa guardería así dejada prácticamente sin madre, para ser alimentada y entrenada por un extraño asalariado? Y, además, ¿qué pasa con la sagrada misión de la maternidad, que justamente el nacimiento de cada niño impone a aquella que le dio la vida?

 

Un escritor reciente, refiriéndose a este tema, pregunta: “¿Hay alguna mala práctica del oficio, como ésta? Nuestras mujeres abarrotan las iglesias, para inspirarse en la religión para sus deberes diarios, y luego se muestran rebeldes con la primera de todas las lealtades, la más solemne de todas las responsabilidades. Oímos a las madres jóvenes de moda jactarse de que no están atadas a la maternidad, sino que son libres de deambular por la antigua vida alegre, como si no hubiera vergüenza para el alma femenina que hay en ella”.

 

Tal jactancia es una de las confesiones más tristes que una madre puede hacer. La gran necesidad de esta época es que las madres vivan con sus propios hijos y arrojen sobre sus tiernas vidas todo el poderoso poder de sus propias naturalezas ricas, cálidas y amorosas. Si podemos tener una generación de Anas, entonces tendremos una generación de Samueles creciendo bajo su sabia y devota crianza.

 

Hay otra característica en esta antigua madre que no debe ser pasada por alto. Ella cuidó a su hijo para el Señor.

 

Desde el primer momento lo consideró como un hijo venido de Dios, no de ella, y se consideró a sí misma como la nodriza de parte de Dios, cuyo deber era educar al niño para una vida y un servicio santos. Es fácil ver la dignidad y el esplendor que esto le dio a toda la agotadora sucesión de tareas y deberes maternos, que los días posteriores trajeron a su mano. Era un hijo venido de Dios el que cuidaba, y lo estaba educando para el servicio del Señor en dos mundos. Nada le parecía monótono; ningún deber para con su pequeño era duro o desagradable, con este pensamiento siempre brillando en su corazón. ¿Necesita alguna mujer una inspiración más elevada o más poderosa para el trabajo y el olvido de sí misma que ésta?

 

¿Y hay alguna madre que no tenga la misma inspiración, mientras realiza su ronda de tareas comunes del cuidado de sus hijos? ¿Era Samuel un hijo venido de Dios, en un sentido más elevado, cuando Ana lo amamantaba, que los pequeños que yacen en los brazos de miles de madres hoy en día? En los oídos de toda madre, cuando un bebé es depositado en su seno, se oye el santo susurro del Señor, si ella tuviera oídos para escuchar la voz divina: “¡Toma a este niño y críalo para mí!”.

 

Dios quiere que las madres cristianas eduquen a sus hijos para una vida pura y noble, y para labores santas. Toda madre está, por la propia suerte de la maternidad cuando le toca, consagrada al sagrado servicio de amamantar, moldear y formar una vida infantil para Dios. Ana comprendió esto, y encontró su tarea llena de gloria. Pero, ¿cuántas, incluso entre las madres cristianas, no lo comprenden y, sin estar sostenidas por la conciencia de la dignidad y la bendición de su elevado llamado, consideran sus deberes y abnegaciones como tareas dolorosas, un cumulo de trabajo pesado y agotador?

 

Valdría la pena que cada madre se sentara tranquilamente junto a Ana y tratara de aprender su secreto. Cambiará la habitación de bebé más humilde en un santuario sagrado; y transformará los deberes más comunes y humildes de la maternidad en servicios tan espléndidos como los que realizan los ángeles radiantes ante el rostro del Padre.

 

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Nota del Editor

[1] El autor no está contraponiendo los deberes religiosos de la mujer como hija de Dios, congregándose, orando con la iglesia y observando el día del Señor. Ciertamente está considerando, aquella costumbre, antigua y nueva, de poner en conflicto la obra de Dios fuera de la casa y el servicio a Dios en casa. Aun cuando Dios no puso como rivales a la iglesia y a la familia, muchas veces familias son descuidadas por un celo mal dirigido y una mala enseñanza acerca del servicio cristiano, que desemboca en activismo.

 

Muchas madres hoy día en detrimento de sus propios hogares, maridos e hijos, dan su tiempo a las causas de una organización, conferencias, misiones, y piensan que es mejor servir a otros que a aquellos a los que están unidos a ella de forma natural y por mandamiento. Así, piensan ellas, el reino de Dios avanza mejor. Madres así han lamentado haber perdido la oportunidad de ser misioneras en sus propias casas y de haber usado su tiempo mostrándole el camino cristiano a otros, menos a los suyos, cuando no, lamentado el activismo inútil que ni avanzó el reino ni bendijo a sus hogares. Hijos rebeldes y maridos apáticos hoy son el recordatorio triste de la inversión de su rol.

 

Lamentablemente, hoy día, la mujer modelo que enseña feminidad Bíblica en grandes convocatorias, iglesias, organizaciones, conferencias, radio y más, ha tenido que abandonar su rol de esposas y madres para poderlo hacer. Así, le enseña a otras aquello que ella ni siquiera práctica. En esto, la historia del pueblo de Dios, la Biblia y la historia de la iglesia, dan testimonio que la mujer que es de verdadera bendición, lo es en el ámbito donde Él la puso.

miércoles, 19 de mayo de 2021

LA ESPADA DE LA AUTORIDAD CIVIL


G.I. Williamson

Comentario a la Confesión de Fe de Westminster (1964)

 

Afirmar que la autoridad civil es de origen divino no es decir que dicha autoridad no tenga límites. Toda autoridad divinamente establecida en los asuntos humanos, está limitada por decreto divino. El magistrado civil es establecido por Dios como “ministro” o sirviente de Dios “para el bien”. Su responsabilidad es “llevar la espada” del poder físico como “un terror” contras las obras del mal. Su responsabilidad es como “vengador que demuestra la ira de Dios sobre los que hacen el mal”.

 

Mientras el gobierno civil se contente con restringir y castigar el crimen y la violencia, proteger el bien y castigar el mal, el cristiano debe apoyar, orar por y honrar ese gobierno. Pero cuando ese gobierno castiga a los rectos y premia al malhechor, volviéndose militarista y agresivo, es la responsabilidad del cristiano de resistir ese poder porque subvierte el mandato de Dios. En muchos casos es, sin duda, difícil determinar precisamente cuándo y hasta qué punto un cristiano debe resistir a un gobierno civil en particular. No es nuestra intención hacer que esta decisión parezca fácil. Pero ciertos principios son muy claros, y si se aplican correctamente, harán posible que el individuo tome la decisión correcta en su caso en particular.

 

1. Debemos siempre obedecer los “mandatos legítimos” de nuestro gobierno. En todas y cada una de las instancias debemos estar “listos a hacer toda buena obra” (Tito 3:1).

 

2. Siempre debemos obedecer a Dios antes que a los hombres cuando existe un conflicto entre los dos (Hch.5:29). “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres”.

 

3. Podemos resistir activa tanto como pasivamente, si esto fuera necesario para obedecer a Dios. Cuando una autoridad civil se vuelve un terror contra las buenas obras y no contra el mal, creemos que los cristianos tienen derecho a defenderse activamente (defender su vida o su propiedad) bajo la sanción de la ley (Sal.84:2; Pr.24:11, 12, etc.). Así “el fin inmediato para el que Dios ha instituido a los magistrados es el bien público, y el fin último, el fomento de Su propia gloria” (Archibald Hodge).

 

Pero consideremos más detenidamente ciertos errores modernos que han logrado un amplio apoyo, y que confunden la mente de muchos cristianos.

 

1. LA ABOLICIÓN DE LA PENA DE MUERTE


El primero que consideraremos es el intento modernista de descontinuar la práctica de la pena de muerte. En nuestra nación (norte América) hoy en día existe una corriente cada vez más fuerte a favor de abolir la pena de muerte. Y muchos grupos protestantes liberales han sancionado este cambio diciendo que no beneficia a la sociedad, no reforma al criminal ni refleja las enseñanzas humanitarias del Nuevo Testamento. Es decir, por varias razones, es muy popular hoy en día negarle al gobierno civil el poder de la espada para castigar el mal.

 

Tal posición en cuanto a la autoridad civil está, por lo menos, completamente en contra de la enseñanza bíblica. No pensamos que se pueda probar que la pena de muerte no sea de beneficio para la sociedad. Creemos que lo es, aun si la única razón sea que la Escritura dice que el cumplimiento fiel de la justicia es un terror para la maldad y un aliento para el bien. Puede que sea posible que la pena de muerte no reforme al criminal. Pero también es posible que la falta de terror contra la maldad tampoco reforme al criminal. Es más, estamos seguros de que fomenta la maldad.

 

Pero, sobre todo, nos oponemos a la idea de que el poder y la autoridad civil, deban reflejar las ideas modernistas de las enseñanzas “humanitarias” del Nuevo Testamento. La justicia no es más “humanitaria” en el Nuevo que en el Antiguo Testamento. Y la institución de gobierno civil no ha sido establecida para enseñar el Nuevo Testamento; es para castigar el crimen y proteger a los que hacen el bien.

 

Sin embargo, dudamos que el esquema de los liberales que promueven la abolición de la pena de muerte sea “humanitaria”. Creemos que mucho del crimen de la actualidad se debe al hecho de que existe demasiada preocupación no bíblica por el malhechor y muy poca preocupación bíblica por los justos.

 

2. EL DESARME DEL GOBIERNO


Otro ataque moderno contra la institución del gobierno civil se puede observar en los que promueven la corriente pacifista. Los concilios De la iglesia modernista han abogado por tales cosas como las siguientes:

 

a) El Completo desarme de una nación

b) El desarme unilateral

c) Negociación en vez de la defensa armada al ser confrontados con la agresión, y

d) El reconocimiento de los que son agresores sin ningún tipo de castigo justo.

 

La Confesión insiste que los magistrados civiles (aun si fueran personas cristianas) “pueden legítimamente, bajo el Nuevo Testamento, hacer actualmente la guerra en ocasiones justas y necesarias”. Los que apoyan la política que básicamente exige que nuestro gobierno nacional renuncie al poder de la espada y que renuncie sus esfuerzos para ser un terror contra el malhechor, y que renuncie a la ejecución de venganza sobre ellos, piden nada menos que la destrucción del mandato de Dios (Ro.13:1-5).

 

Y precisamente porque “se open a la autoridad” entonces “se rebelan contra lo que Dios ha instituido” (v.2), este pecado debe ser denunciado como lo que realmente es. Es un pecado contra Dios y es un pecado contra nuestro gobierno.

jueves, 6 de mayo de 2021

¿QUÉ ES EL “EVANGELIO SOCIAL” O EL “EVANGELIO DE LA JUSTICIA SOCIAL”?


Aunque hoy día usted puede encontrar buenos artículos que le explican de forma histórica y más profunda, solo deseo darle un repaso generalizado para que pueda ubicar la relevancia de este tema:

 

El “Evangelio social” es aquella interpretación de la naturaleza y funciones de la iglesia, que en su mejor caso dice: que la iglesia tiene dos funciones o misiones y esto por su naturaleza de ser sal y luz en medio del mundo, a saber, la gran comisión y el mandato de redimir una cultura para Dios. Esto es, que como insisto, en su mejor interpretación, la iglesia tiene el deber de predicar el evangelio y procurar la solución de las problemáticas sociales, o de predicar el evangelio mientras promueve buenas y justas condiciones sociales.

 

En su peor versión, si se puede decir, se trata casi de una reinterpretación de lo que es el evangelio, el evangelismo y la iglesia, no solo equiparando la labor social de la iglesia con el evangelio, sino que en la práctica sustituyéndolo. El “Evangelio social” como ha evolucionad hasta hoy en los círculos más “conservadores” tiene como madre de esta reinterpretación de la iglesia y sus funciones. Usted tendrá que ver el aporte a este “Evangelio social” más moderno desde Billy Graham, John Stott, recientemente Francis Chan, David Platt, Timothy Keller, John Piper (Keller y Piper, quienes participaron en el concilio ecuménico de Lausana), NT Wright, Rick Warren, y otros tantos de ese nivel.

 

Usted empezará a ver la diferencia entre tener una responsabilidad social como uno de los fines que en sí tiene la iglesia, y ver la mejora social como uno de los productos que vienen cuando la iglesia responde a su verdadera vocación en este mundo. Lo primero representa el “Evangelio Social”, lo segundo lo que insistimos, es la labor de la iglesia. La inmensa guerra se está dando nuevamente en otros lugares del mundo en este aspecto, mientras a Latinoamérica nos llegará las peores sobras de esa confrontación.

 

Ahora bien, si ya tenemos un problema con la interpretación de lo que es la iglesia y sus funciones, el asunto se acrecienta por no saber diferenciar lo que creyentes a nivel individual pueden y deben hacer en la medida de lo que es legitimo y que vaya de acuerdo a su profesión de fe, y lo que la iglesia, como cuerpo de Cristo y limitada en sus funciones por prerrogativa divina, puede y debe hacer. En esto debemos ser claros, y es que, a la iglesia, como iglesia, nunca se le dio la tarea de transformar o crear cultura ni redimirla, si es que eso es posible. Su único mandato bíblico para el mundo, es hacer discípulos.

 

Aunque los cristianos como individuos han de ser sal y luz en nuestro mundo lo cual puede tomar muchas formas de acuerdo al contexto y situación, pueden muy bien estar involucrados, junto con los no creyentes y dentro de los parámetros bíblicos, en asuntos de la sociedad, algunas acciones solidarias y la protección de la creación de Dios, como cuando ayudamos después de un huracán, defendemos el valor de la vida y nos oponemos al aborto y la eutanasia, cuando hacemos algo para aliviar la enfermedad del que sufre, etc., no podemos minimizar que el ejemplo del Nuevo Testamento y el precepto claro, es que los seguidores de Cristo deben discipular a la gente para Jesucristo lo cual incluye la evangelización y la formación en la obediencia.

 

Pero ¿Cuál es entonces la misión de la iglesia? ¿Es la misión de la iglesia hacer frente a todas las necesidades de todas las personas, o está más limitado en su alcance? Actualmente y en visión del “Evangelio social”, es popular comprender la misión de la iglesia como la de la evangelización, el discipulado, para satisfacer las necesidades tanto de los creyentes y no creyentes y la transformación de la sociedad. Pero cuando basamos nuestras órdenes de misión del Nuevo Testamento en vez de la cultura (sola Scriptura en vez de sola cultura), queda claro que la tarea de la Iglesia es llevar el Evangelio hasta los confines de la tierra, haciendo discípulos a todas las que vienen a Cristo y el cuidado de los necesitados que se convierten en parte del cuerpo de Cristo.

 

Latinoamérica debe advertir, según el ejemplo que ya se presentó en los Estados Unidos, que la iglesia, como iglesia, se movilizó a elegir al candidato que más habló del racismo, la pobreza, la inmigración, las minorías LGBTI, aun cuando promovía el aborto y la eutanasia, ridiculizando los valores históricos del cristianismo entre otras. Y esto a causa de que los mismos cristianos han malentendido la responsabilidad de la iglesia la que debe velar por intereses singulares de un aspecto particular. Cuando hoy día cristianos exhortan a la iglesia a “dejar de hablar”, a “dejar las cuatro paredes” y que se involucre en la asistencia social como parte de su función, iglesias conservadoras vemos con preocupación el aroma de este gran peligro que resultará poniendo la agenda social en la boca de la iglesia y sustituyendo o matizando el glorioso evangelio en nuestros labios. Es por ese motivo que usted hoy ve iglesias de tradición conservadora marchando, dándose la mano con católicos agnósticos y hasta ateos para promover una agenda común, haciendo pancartas y hasta apoyando causas a favor de las minorías discriminadas, sin saber que al hacerlo sin sabiduría, detrás de cada arenga, intereses diversos y ateos son apoyados. Y esto, porque permitimos que la Biblia fuer sustituida por los clamores de la agenda social, que parecen llegarnos más al fondo y confundimos dramáticamente lo que es la iglesia y para qué Dios la puso en la tierra.

 

Nota: Le aseguro que usted va a entender muchos más del panorama actual aun de los énfasis de la neoreforma y sus principios sociales y de contextualización del evangelio, si con paciencia lee el siguiente artículo:

 

https://evangelio.blog/2011/11/13/el-evangelio-social-ayer-y-hoy-1-parte/

 

Y sigue los enlaces de:

https://evangelio.blog/tag/justicia-social/

miércoles, 3 de febrero de 2021

EL CRISTIANO Y LA “NUEVA NORMALIDAD”

Dando honor y toda credibilidad a lo que la Palaba de Dios afirma acerca de la entrada del pecado y muerte al mundo, afirmando absolutamente con las Escrituras la descripción del estado caído de todo hombre, siendo conscientes de la estructura del mundo, de lo que es, de sus filosofías, debemos decir que el mundo ha tomado esta epidemia, para entenderlo, asimilarlo, y tomar resoluciones como mundo caído. Si bien, reconocemos que bienes verdaderos pero relativos pueden ser hechos en medio del mundo, este ha sabido tomar cualquier cosa, por buena que sea y la ha entendido, asumido y vivido con una mente carnal. Lo ha hecho con el mensaje infalible y prefecto del evangelio ¿qué no hará con las demás cosas? Hoy tenemos en la epidemia una realidad, pero al venir a este mundo, esta ha sido entendida con la visión de un mundo enemistado con Dios, que en su mejor caso es humanista. Ningún hombre del mundo puede llegar a ser objetivo en esto; aquí hay presupuestos, filosofías, tendencias, fundamentos, que hacen que el mundo haya actuado de tal forma y no de otra. Eso no es nuevo, solo quiero advertir en contra de lo que muchos cristianos han asumido: Que el mundo, en esto, es objetivo, cabal, justo, sin ninguna tendencia a hacer sino lo bueno, lo correcto; que todas las medidas que han tomado son razonables, adecuadas, casi que asumiendo que, en la pandemia, el hombre caído habla infaliblemente la voz de Dios y que nadie la puede cuestionar.

 

Permítame hacer unas preguntas ¿Hacia dónde, moral y espiritualmente, nos están llevando las disposiciones actuales derivadas de los cuidados por la epidemia? ¿Qué tipo de individuo está promoviendo las medidas que se han tomado en la epidemia? ¿Qué clase de persona se viene formando bajo el continuo bombardeo publicitario de cuidados y medidas en medio de la epidemia? ¿Cuáles son los rasgos de carácter del individuo de la “nueva normalidad”? Y con esto, debemos preguntar ¿Qué tipo de cristiano es el que se está promoviendo actualmente?

 

EL INDIVIDUO DE LA “NUEVA NORMALIDAD”

Eclesiastés 1:9 nos ofrece una máxima que nadie puede rebatir si la observa muy bien: «¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol». Usted puede ver nuevos ropajes, nuevas tecnologías, pero debajo de lo que se ve ¿hay algo que vivamos hoy que sea completamente novedoso?  Pero a la luz de lo que podemos observar hoy, ¿existen algunos rasgos indiscutibles de los individuos hoy? ¿Se pueden distinguir algunos rasgos prominentes que hoy parecen asentarse en la conciencia de los hombres bajo la presión de adoptar una “nueva normalidad”? ¡Por supuesto! Y si fuéramos a sintetizar en un enunciado el rasgo general de los hombres hoy, y que se está promoviendo, publicitando y atornillando a la conciencia de los hombres es el de vivir en un antropocentrismo salvaje en medio de una degradación vertiginosa y ateísmo práctico. Lo que quiero decir es que hoy se vive en un ambiente donde se promueve un antropocentrismo crudo y brusco, en el contexto de un menosprecio a la verdadera humanidad de los individuos y el desprecio expreso al Dios de la Biblia.

 

Todos hoy se preguntan qué es lo mejor para la humanidad, y en general, nadie se está preguntando hoy ¿Cuáles son los derechos de Dios sobre su mundo? Esto no es nuevo, pero el énfasis que se ha dado, al ver el riesgo la vida del hombre, hace que todo en absoluto guie en torno a nosotros, convenientemente, amañadamente, pero el eje es el hombre. ¿Con qué principios se rigen los destinos de los hombres hoy? Con los principios de los hombres. ¿La palabra de quien prevalece? ¿Quién provee el miedo, el temor o la esperanza? ¿Quién está proveyendo el remedio? ¿Quién será exaltado al final? ¡El hombre, quien es hoy la medida de todas las cosas! Todos los mensajes esperanzadores que se escuchan de todos lados son para resaltar la solidaridad, la unión, el heroísmo, el poder de la resiliencia, donde Dios es solo un subordinado en este asunto, aun donde debería reinar más visiblemente, donde ha dado a su Hijo como Cabeza: la iglesia. Esto es antropocentrismo salvaje, crudo, arrollador. La gente se vuelve más hacia sí misma, y por eso, sin duda, como un derivado del humanismo cruel, tenemos un creciente aumento del egoísmo y la individualidad. Esto no es novedoso, pero el aumento y la recalcitrante publicidad hace que olvidemos el tejido de solidaridad y prefiramos sacar al perro a sus necesidades que visitar y asistir en sus necesidades más profundas de compañía y aprecio a un anciano ¿No es así? ¿Con qué pretexto hemos llegado hasta aquí?

 

Si usted encontraba gente alienada, sumergida en su propio mundo día a día, la “nueva normalidad” trae consigo el aislamiento salvaje. Las medidas de aislamiento no se detuvieron en el asunto del cuerpo, y cunden el alma. La insensibilidad, distanciamiento personal de la sociedad, la deshumanización en la epidemia, hace que se prefiera, a conveniencia, lo individual.  Considere  el trato deshumanizante a los ancianos, a los niños, a la libertad del trabajo,  a los enfermos y a los que partieron de este mundo, donde las familias perdieron todo derecho a asistir a su familiar difunto y a decidir los asuntos de su última morada, y obligados a aislarse de los dolientes; mientras los perros tienen derechos más esclarecidos en la sociedad y donde a la par del trágico sistema de salud que debemos cuidar de no colapsar, el aborto jamás se puede negar por ser un derecho constitucional.

 

El internet ha provisto el sofisma de compensar la pérdida del ser social que tenemos como imagen de Dios, tal y como fuimos creados. Iglesias sin congregarse por convicción, sin hacer ningún esfuerzo por restaurar los derechos de Dios sobre su iglesia, rendidas al espíritu egoísta e individual, son testimonio de hasta dónde cunde al espíritu de la “nueva normalidad”. Separar a los hombres de las realidades de la vida, -en el caso de los creyentes de la realidad de la iglesia, su comunión, adoración, su llamado y sus tareas- está creando a un individuo más desconsiderado, más insensible y apático, que todo mide poniéndose él en el centro, apartándose de la exhortación a amar al prójimo como a sí mismo, y olvidado en la práctica del Dios de la Biblia. Claro, el principio de amor al prójimo ha sido hoy día y bajo la epidemia, astutamente trastocado para que se mire como señal de amor precisamente lo que evidencia su falta.

 

Lejos de ver más un contexto donde pueda correr la piedad, verá que el individuo de la “nueva normalidad” es más materialista, más sensual, más distraído y entretenido. Eso es lo que llamamos un ateísmo practico. Y es que a pesar que Dios es famoso en las crisis, su Hijo no es tan afamado. La gente busca a Dios, pero a otro novel, en otro entendimiento, con toda seguridad es un paganismo y pragmatismo lo que lleva a considerar supuestamente a Dios. Los valores que siempre han sido inversos en su alma, hoy se asientan con fuerza. Cristianos han perdido completamente de vista que la añadidura, incluyendo el comer, beber y todos los asuntos temporales, son secundarios a la hora de buscar el reino de Dios y su justicia. ¿A nombre de qué se ha hecho este cambio de paradigmas cristianos? Los creyentes han sabido como ahora vivir una vida cristiana humanista sin ruborizarse, hay mundanalidad, liviandad, falta de fe, confianza. El cristiano de hoy echó al olvido su creencia en el poder y la soberanía de Dios. Al parecer, Dios sí tenía límites, y ningún poder específico para la protección del pueblo que ha reclamado como posesión suya. El cristiano de hoy es desconfiado, temeroso, más dispuesto a creer la especulación, las teorías de conspiración, las voces de ¡paz, paz! O de ¡guerra, guerra! Que lo que lee en su propia Biblia.

 

Pero ¿ha visto algo sumamente extraño? No solo en las personas del mundo, sino en los mismos cristianos, al fin es un prototipo de “nueva normalidad” que está dada para todos. Es penoso ver la subordinación conveniente que se usa. Gente que prefiere no contagiarse y no contagiar a nadie en el trabajo, en la visita a sus ancianos, son los mismos que luego se abarrotan en fiestas, ofertas de multinacionales, marchas, campeonatos de futbol, y más. Doble moral aplicada sin ruborizarse. Pero ¿y los cristianos? Conocemos a muchos con gigantes prevenciones solo el Día del Señor, evitando a la iglesia, sus reuniones, la socialización, que se han montado en avión, buses, flotas, camiones, para hacer largos viajes, se han zambullido en piscinas, han ido a pasear, y lo han hecho en su libertad razonable entre su vida social y el cuidado personal. Pero el Domingo, allí hay otra ética, otra moral, eso sí es peligroso, adverso, imprudente. Gente se cuida del Domingo, pero el lunes amigos y hermanos hay que salir a laborar. Creyentes que temen y se abstienen de las reuniones de la iglesia, a la par, mantienen una vida familiar y social amplia y nutrida. Esto es subordinación conveniente. Al fin, no es la conveniencia de las cosas de Dios, al fin y al cabo, es un antropocentrismo salvaje en el contexto de la deshumanización de los individuos y un ateísmo práctico.

 


Le pregunto a usted, afanosamente, directamente ¿Está afirmando estos rasgos de carácter, que antes se hubiera negado a dejar correr en su corazón, pero que ahora justifica por las medidas tomadas en la epidemia y apoyado en cuidar su salud? ¿Se ha detenido a evaluar cuáles son los principios en los que hoy anda?



EL CRISTIANO Y LA “NUEVA NORMALIDAD”

Si la característica creciente en los individuos de hoy es el de vivir en un antropocentrismo salvaje en medio de una degradación vertiginosa y ateísmo práctico, el cristiano debe volver a vivir una vida teocéntricamente determinante en medio de una piedad creciente y sensibilidad verdadera. Hoy Dios es famoso, más que su Hijo Jesucristo; es invocado, popular en la jerga del hombre común, por la situación, por las enfermedades y muertes. Pero ¿Es el Dios de la Biblia amigos? No lo es, porque este Dios de la Biblia nos ha hablado por el Hijo, el Dios de la Biblia es solo conocible por Jesucristo quien le ha dado a conocer (Jn.1:18; Hb.1:1-3). Dios es tan verdaderamente famoso como su Hijo lo sea. Y ¿qué encuentra hoy acerca de Jesucristo como Salvador?

 

El incesante ruido de los vaivenes, publicidad e información, se han puesto como gruesas nubes negras que no dejan pasar los rayos del Sol de justicia, que es Jesucristo. La gente parece que medita y espera de Dios una respuesta, pero ¿Qué Dios? ¿Qué respuesta? Su Hijo es menospreciado, es olvidado. Si ya no era considerado, ahora está más lejos de las consideraciones de los hombres. En el mundo cristiano no es diferente. Hoy las palabras: sujeción, consuelo, prudencia, cuidados son el Cristo de muchos pulpitos ¿Dónde están los derechos de Dios sobre su iglesia? ¿Quién aboga aquí por los derechos de Cristo como Cabeza de la iglesia?

 

Dios debe volver al centro de todo y esto será posible cuando Cristo sea el centro de todo. Juan 5:23: «para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió». Ese terrible mal entendimiento de Dios, ese uso de Dios para las cosas vanas, es solo producto del desprecio de Jesucristo como Señor y Salvador. La gente estaría más dispuesta a creer hoy en Dios porque este le puede ayudar en su vida temporal y puede ayudar a conseguir una cura, que lo que está dispuesta a creer en Jesucristo para la salvación. El creyente debe mirar las filosofías de la “nueva normalidad” con prevención porque esta, como todas las “normalidades” que vienen del hombre, es una estructura que pone al verdadero Dios y a su Hijo como siervos de los hombres, cuando no, los echan al olvido. Jeremías 14:8: «Oh esperanza de Israel, Guardador suyo en el tiempo de la aflicción, ¿por qué te has hecho como forastero en la tierra, y como caminante que se retira para pasar la noche?».  Hoy debemos orar con las palabras del Salmo 7:7: «Te rodeará congregación de pueblos, y sobre ella vuélvete a sentar en alto». El creyente verdadero debe quitar del eje de su vida, existencia y atención al virus, sus temores y sus afanes y poner de nuevo a Jesucristo, y solo entonces podrá vivir una vida teocéntricamente determinante.

 

¿Qué significa vivir una vida teocéntricamente determinante? Una vida verdaderamente centrada en Jesucristo, es que la vida gire apasionadamente en torno al hermoso y precioso heredero de las naciones, el Cordero de Dios. Es vivir desplazando cualquier miedo, temor y angustia y poner de nuevo allí a nuestro Dios en Jesucristo. Isaías 8:11-13: «Porque Jehová me dijo de esta manera con mano fuerte, y me enseñó que no caminase por el camino de este pueblo, diciendo: No llaméis conspiración a todas las cosas que este pueblo llama conspiración; ni temáis lo que ellos temen, ni tengáis miedo. A Jehová de los ejércitos, a él santificad; sea él vuestro temor, y él sea vuestro miedo». Se vive una vida teocéntricamente determinante al desplazar del centro lo que el mundo quiere que pensemos, anhelemos y hagamos. Pues nuestra vida no se trata de vivir en torno y para el virus, para esquivarlo o para encontrar su cura ni para hacer de lo que nos conviene o no nos conviene el centro de nuestra existencia, pues Romanos 14:7-8 nos recuerda: «Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí. Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos». ¿Se nos ha olvidado esto? ¿Cuándo aceptamos la “nueva normalidad” olvidando el antiguo llamado del evangelio?

 

El creyente afronta la vida y se para firme en contra de la “nueva normalidad”, confiando en Dios con más fuerza y determinación, reposando en su soberanía, esperanzado en sus promesas. El creyente se enfrenta al tsunami de malas noticias, de informes pesimistas firme en el Salmo 46:1-3: «Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar; aunque bramen y se turben sus aguas, y tiemblen los montes a causa de su braveza», sin un temor paralizante a lo que la gente considera su mayor peligro, pues para nosotros el mayor peligro no es la muerte sino el pecado y eso Cristo ya pagó por ellos. Por eso vivimos con esperanza pues 2 Corintios 5:1 nos recuerda: «Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos». Con este escudo el creyente resiste el embate de la “nueva normalidad”. El creyente enfrenta las filosofías malignas de la “nueva normalidad” no olvidando las prioridades de su vocación, donde primero está la búsqueda del reino de Dios y su justicia y que considera la añadidura como esto. Lucas 12:29-31: «Vosotros, pues, no os preocupéis por lo que habéis de comer, ni por lo que habéis de beber, ni estéis en ansiosa inquietud. Porque todas estas cosas buscan las gentes del mundo; pero vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de estas cosas. Mas buscad el reino de Dios, y todas estas cosas os serán añadidas». 

 

Los hijos de Dios por la fe en Jesucristo, enfrentamos los recalcitrantes llamados a adoptar una “nueva normalidad” con sus filosofías inherentes, en medio de una obediencia razonable, bíblica y usando el discernimiento, pues no olvidamos que la única obediencia absoluta y sin derecho a ser cuestionada es la de Dios, huyendo de ser ingenuamente sumisos, y menos, convenientemente sumisos, estando dispuestos a defender los derechos de Dios, y las ordenanzas de la creación del matrimonio, el trabajo y el Día del Señor, con humildad, prudencia y discernimiento, mirando cada medida con la convicción de Hechos 4:19-20: «Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios; porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído»; pero estando dispuestos a sufrir la afrenta y la presión «Porque mejor es que padezcáis haciendo el bien, si la voluntad de Dios así lo quiere, que haciendo el mal» (1 Pd.3:17). Esperanzados, confiados en que si «también si alguna cosa padecéis por causa de la justicia, bienaventurados sois. Por tanto, no os amedrentéis por temor de ellos, ni os conturbéis» (1 Pd.3:14). Muchos que han esquivado la iglesia se han contagiado en los contextos del paseo, de la reunión familiar, del trabajo, y nos preguntamos si esta era la mejor manera de sufrir o si era mejor arriesgarse como todos hicimos, por la mejor y más grande causa. El creyente pone sus prioridades en orden «para no vivir el tiempo que resta en la carne, conforme a las concupiscencias de los hombres, sino conforme a la voluntad de Dios» (1 Pd.4:2).

 

Pero el creyente se enfrenta a la “nueva normalidad” expresando el carácter de Cristo siendo verdaderamente compasivo, sensible y dispuesto a compartir el único mensaje verdaderamente compasivo que existe, el evangelio, viendo en esta ocasión una de las mejores oportunidades para compartirlo desde nuestra fe. Hablo de ‘verdaderamente’, pues hoy día existe una idea, puesta y definida por el mundo, de lo que es el amor, la compasión y la sensibilidad. El creyente no deja endurecer su carácter, es dulce, esperanzador, compasivo, generoso, y lo es exactamente en donde se espera que lo sea. No es acaparador, injusto, desconsiderado, sino que recuerdan que según 1 Pedro 3:8, deben ser: «compasivos […] misericordiosos, amigables», y se apersonan del cuidado de sus hermanos, pues así serán recordados en al día final. Mateo 25:35-40: «Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis». ¿Es este tipo de sensibilidad la que hoy define al pueblo de Dios? Sabemos de congregaciones donde nadie sabe que tal o cual hermano ha enfermado o pasa necesidad ¿Es esto una iglesia? ¿No es esto la “nueva normalidad” asimilada, y aplicada?

 

Queridos hermanos, son Dios días oscuros, pero jamás debemos permitir que la “nueva normalidad” haga surco en nuestra alma, eso es potestativo solamente de Dios. Considere, que el creyente bajo la “nueva normalidad”, debe ser el creyente que la Biblia jamás nos ha dejado de enseñar. El mundo, sus crisis y sus vaivenes, no deben ser nuestra Biblia ni nuestro eje. Tenemos un Dios, y un Señor Jesucristo, y hemos sido traídos a estar en Él para ya no ser nuestra y para ya no vivir para nosotros mismos, sino para Aquel que murió y resucitó por nosotros. Que Dios tenga misericordia de nosotros y nos ayude a vivir con el viejo evangelio en esta “nueva normalidad”.

 

Sermón completo:

https://www.youtube.com/watch?v=qKqgQVtlyAQ

 

miércoles, 13 de enero de 2021

DE UN IMIGRANTE DIGITAL, TRATANDO DE UNIR LOS PUNTOS

Aquí está hablando un inmigrante digital, es decir, (según la categoría que en 2001 el escritor y conferencista norteamericano Marc Prensky acuñó en la revista “On The Horizon”) un individuo que no nació bajo el influjo de las nuevas tecnologías sobre las que hoy el mundo parece andar.

A esta generación "inmigrante" que fue siendo introducida al internet y a las diversas las plataformas y redes sociales, le siguió una generación conocida como los "nativos digitales", quienes nacieron de hecho, cuando estos medios ya estaban andando. Así que, si usted nació antes de 1995, se le considera un inmigrante digital y comprenderá un poco más el sentido de este articulo; pero si es un nativo, podrá comprender que antes de todo esto, vivíamos sin el internet y sin las redes sociales, por lo que espero que entienda el porqué pedimos ayuda para hacer lo que usted, como natural de estas tierras, hace con naturalidad.

Cuando empezó a ingresar el teléfono celular, y los correos electrónicos, muchos de nosotros tuvimos que verlos a la distancia y recurrir a quienes "en tierra de ciegos eran tuertos". Así creamos nuestro primer correo electrónico, principio de una avalancha de plataformas que empezaron a pedir nuestro nombre y fecha de cumpleaños, y una que otra información confidencial más. En todo esto primó la buena fe. Usted reconocerá un inmigrante porque, entre otras cosas aparte de no entender muy bien qué es una IP, usamos nombres y apellidos completos en nuestras redes, y entregamos más información que la que debimos haber suministrado y que, seguimos dando una y otra vez, cuando nos piden datos por esa vía. Nada extraño que nos sigan estafando por esos medios aprovechando nuestra ingenuidad, porque para nosotros, el dar nuestra información en las redes, nos evocó el sentido de honestidad que usábamos cuando llenábamos una hoja de vida para un trabajo o algo así.

Pero aquí, resalto el hecho que al ir madurando en nuestro entendimiento de lo que son, o se han venido convirtiendo, las redes sociales, y en sí, todo el manejo de las plataformas digitales, hemos aprendido muy lentamente a ver de qué se trata todo, y a su vez, madurando en la conciencia de los peligros que afrontamos, y donde vemos que los nativos corren varios peligros, pues, a pesar que nacieron allí, no los han podido evitar. Lejos de ser más entendidos, parece que se sumergen con más ingenuidad en este océano.

Ahora, en honor a la justicia hay que aclarar, eso sí, que nosotros no nos hemos sumergido con ingenuidad en este océano digital hasta hacer del teléfono un apéndice, por la vía del discernimiento sino de desconocimiento. Esa es la realidad en general. Gente como quien escribe, con el tiempo ha empezado a unir ciertos puntos, la mayoría de los cuales no alcanzamos a dimensionar desde nuestra perspectiva.

Sin embargo, es bueno entender que básicamente, todo este embrollo corresponde a un mega negocio, un descomunal monstruo de hacer dinero, con una mentalidad cuasi maquiavélica, a saber, (háyalo o no dicho Maquiavelo literalmente), donde el fin justifica los medios. Estas plataformas, sean cuales sean, no se dedican a la buena fe ni son entidades sin ánimo de lucro; ellos poseen una moneda de oro de dos caras crecientemente acreditada. He aquí el Jano, las dos caras: La cara hacia el usuario, y la otra cara, que es la más rentable: hacia sus creadores y compradores.

De un lado se ofrece un servicio, principalmente donde somos más proclives a acceder: Anhelo de información, socialización y entretenimiento. Se nos hace ver que el asunto es tan gratuito como la salvación del alma, y sin embargo, es tan costoso como el poder. Si bien, todos nos hemos beneficiado de la simplificación del acceso al conocimiento, la vida social y la diversión; donde han corrido a la par lo bueno y lo malo; también es necesario advertir que la otra cara, casi inescrupulosamente, ha sabido recolectar la información que le hemos dado, y que por ingenuidad, le seguimos dando.

El negocio de estas plataformas es la información, que luego es ofrecida al mejor postor, sin ningún reparo de cuales sean sus intenciones al acceder a ella. Así, cada clic, que para los de la cara social de la moneda, es una mera expresión de la vida personal, alimenta, por otro lado, la capacidad de conocimiento e intuición de la humanidad, que luego es transformada en pirámides de dinero para quienes quieren acceder a las tendencias de lo que la gente busca, anhela, y está dispuesta a invertir. Si el mejor postor es un gobierno, una multinacional o un pedófilo, el asunto es el mismo. Se han subido sobe la información que les hemos dado a lo largo de los años, en los videos reproducidos, los “me gusta”, y las suscripciones a los canales de nuestro interés. Este es el juego que se ve y me parecería justo, si es que los usuarios de este lado de la moneda, fuéramos enterados con más claridad de las reglas de este Jumanji.

Para no hacer tedioso el asunto, individuos como yo, que en un tiempo vivimos sin esto, los mismos que luego fuimos inducidos a un mundo que nos atrapó, ahora queremos ir sacando la nariz, y deseamos entender las reglas y tomar medidas. De obvio, jamás creemos que con nuestra pequeña daga vamos a derrotar este leviatán, pero al menos, entre más y mejor nos aprendamos a manejar en este tsunami, estaremos advertidos, precavidos y podemos ayudar al nativo, que difícilmente hoy ve más allá de su pantalla. Por eso, y solo por eso, deseamos revertir en micro, lo que hemos alimentado en macro.

No pusimos las reglas, las aceptamos. Y en este asunto pedimos sabiduría a Dios para poder usar las cosas para su gloria y nuestro bien, y deseamos dar tantos pasos como sea posible para no ser usados por ellas ni ser incautos e ingenuos o con la administración que Dios nos dio. Al fin, todo va a pasar, pero no aquello por lo que vamos a dar cuenta el día final, donde esperamos que el mejor escondedero de quienes vamos allí no tenga el tamaño de un teléfono, sino el broquel de la justicia de Cristo y el de una vida vivida con sabiduría para su gloria.

Bendiciones,
J.E. Castañeda, inmigrante digital

POR LA SUPREMACÍA DE CRISTO EN ESTA GENERACION

Este blog se hace responsable de lo que publica, pero no se hace responsable de lo que los autores de los artículos o las páginas de las que estos son extraídos, crean en su demás teología o en las practicas que ellos tengan a nivel personal.

Se desea a través de este blog, expresar el pensamiento bíblico coherente, y más cercano a la confesionalidad histórica y reformada y aportar para la aplicación de ella en la vida cristiana, pero no avalamos lo que en contradicción a la fe reformada histórica algunos de los autores hagan o vayan a hacer en un futuro

A Dios sea la goria.